miércoles, 14 de septiembre de 2016

Acabará siendo Duna



No es la misma arena, la arena gaditana. 
Lo sabía cuando llevé esa arena, esa precisamente, no otra. Arena gaditana. 
La arena gaditana te invita a bailar, te devuelve a estados primarios, salvajes y poéticos. 


Primero la han tocado suavemente, como si fuera muy delicada. Han amasado y amontonado una y otra vez también cada grano, haciendo pequeñas dunas de arena... ¡ay! La arena gaditana sabe bien que tarde o temprano acabará siendo duna. 



Después la han atrapado en el cuenquito de sus manos y han descubierto que esta arena siempre encuentra un hueco por el que escapar, a veces en forma de pequeña cascada, se escapa. Se quiere libre.

Luego la han devuelto a su naturaleza primigenia, que sabe de viento de levante y de poniente. Han soplado los granos de arena para hacerla bailar por sí sola. 

Perdí la cabeza por un momento, en poesías que me resuenan cuando el viento azota las playas gaditanas. Cuando la arena baila. 



2 comentarios:

  1. Isa, cuando te leo o hablo contigo me acercas a mi esencia, esa que no lleva disfraces. Todos los maestros debiéramos ayudar a nuestro alumnado a preservar su esencia como tú haces.
    Leyendo este post mi mente me recuerda los días de lluvia, esos en los que en cuanto caen dos gotas me tiro a la calle para sentirlas en mi ropa, en mi cabeza, en mis manos y recorrer la ciudad solitaria imaginándome ser Gene Kelly en mi escena favorita de cine, y disfrutar de los colores que sólo el cielo nublado sabe darle a las cosas y volver a casa y quitarme la ropa mojada aceptando la toalla que mi compañero me ofrece, conocedor de la felicidad que siento en esos momentos.
    ¿Crees que podríamos ofrecerles alguna experiencia con la lluvia a nuestro alumnado sin que las familias pudieran molestarse? Sería maravilloso.
    Un besito, linda.

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  2. Isa, cuando te leo o hablo contigo me acercas a mi esencia, esa que no lleva disfraces. Todos los maestros debiéramos ayudar a nuestro alumnado a preservar su esencia como tú haces.
    Leyendo este post mi mente me recuerda los días de lluvia, esos en los que en cuanto caen dos gotas me tiro a la calle para sentirlas en mi ropa, en mi cabeza, en mis manos y recorrer la ciudad solitaria imaginándome ser Gene Kelly en mi escena favorita de cine, y disfrutar de los colores que sólo el cielo nublado sabe darle a las cosas y volver a casa y quitarme la ropa mojada aceptando la toalla que mi compañero me ofrece, conocedor de la felicidad que siento en esos momentos.
    ¿Crees que podríamos ofrecerles alguna experiencia con la lluvia a nuestro alumnado sin que las familias pudieran molestarse? Sería maravilloso.
    Un besito, linda.

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